El gran maestro e intelectual de Puerto Rico, Eugenio María de Hostos, se preguntó en una oportunidad, allá por el año 1888, por qué los campesinos dominicanos huían de la vista de los hombres y fabricaban sus bohíos en el fondo del bosque.
Hostos, de cuyo pensamiento el profesor Juan Bosch fue su gran propulsor, tenía su interpretación para aquella pregunta, pues aunque no fue dominicano de nacimiento, vivió en el país desde 1882, pueblo al que aprendió a conocer andando por los caminos; de paraje en paraje, de sección en sección, tomando notas como si se tratara de un periodista para escribir su reportaje. Así aprendió a querer Eugenio María de Hostos a nuestro pueblo.
Eugenio María de Hostos descubrió que los campesinos de la época huían la mirada de la vista de extraños, que exhibían modos de convivencia escurridizos que, de acuerdo con el punto de vista hostosiano, tenía su explicación en lo siguiente:
"Las turbulencias continuas en que viven los jefezuelos del país serían imposibles si los habitantes del campo no proveyeran 'la carne de cañón', que allí es carne de Remington, porque el cañón no se usa en las descomunales batallas en que dos ejércitos de 400 ó 500 hombres por bando deciden a cada paso de la suerte de la República".
La interpretación sociológica a ese fenómeno que, sobre el campesino dominicano, se forjó Eugenio María de Hostos, la encontramos en el enfoque que hace Juan Bosch acerca de la composición social dominicana, el perfil psicológico del dominicano, sin importar el estrato social al que pertenezca.
A propósito de la celebración del 102 aniversario del nacimiento del profesor Bosch, no está de más volver a su pensamiento y redescubrir la visión que tuvo el insigne escritor sobre el pueblo dominicano, sus virtudes, sus limitaciones y los valores que nos sirven de fuerza como sociedad para avanzar, como lo hemos hecho, en los últimos 60 años.
Hay varios rasgos, sin embargo, destacados por Bosch que llaman mucho la atención, sobre los cuales quiero referirme debido a mi pasión por conocer la condición humana, sus debilidades y fortalezas: la conciencia moral y la susceptibilidad intrínseca.
El dominicano comenzó a ser pueblo como tal a partir de la declaración de su independencia, el 27 de febrero de 1844, hecho que coronó la aspiración de millares de criollos, descendientes de españoles que se veían motivados por la prosperidad y el progreso que se experimentó en el lado Oeste de la isla, lo que hoy es Haití.
La creación de la conciencia moral de un pueblo o de un individuo es el fin de la evolución social. Desde el punto de vista cristiano, la conciencia moral en la mente de un individuo radica en poder distinguir entre el bien y el mal. Para no pocos grupos musulmanes inmolarse o provocar la muerte a otros está permitido por Alá, y eso está bien. Para quienes nos formamos bajo los preceptos cristianos, esto es inaceptable y está mal. El origen de nuestra conciencia moral está ahí, en el origen cristiano del pueblo dominicano.
En relación a ese criterio, el profesor Bosch sostenía que "el hombre que era incapaz de sustentar una conciencia moral se iguala al tigre. Esta fiera, dotada de músculos potentes, garras poderosas y ojo rápido, no tiene conciencia moral; si siente hambre, mata; satisface sus instintos y sus necesidades... Ningún otro animal de la selva, tiene derecho a la vida, a la integridad física, al sueño, a la paz, si hay por allí un tigre con hambre".
Para el profesor Bosch, las personas que actúan sin conciencia moral, donde todo lo que le sea útil a sus fines sin importar a quién se lleven de encuentro, es porque han sustituido su conciencia moral por la conciencia utilitaria, "y en consecuencia sólo es bello aquello que le sirve, sólo es justo lo que le beneficia, solo es verdadero lo que le conviene. Un ejemplo histórico de esa personalidad, descrito por Bosch, lo representó el dictador Rafael Leonidas Trujillo, quien para el escritor "utilizó toda su naturaleza moral y energía para imponerla por encima de todos los principios sociales".
¿En qué medida contribuyó el carácter nacional dominicano a facilitar esa ascensión de Trujillo? Aparte de las razones históricas muy bien sustentadas por Bosch, hubo una disposición de carácter del pueblo dominicano, que el dictador aprovechó en su beneficio. Aunque el intelectual y político admite que es una pregunta difícil, hace una brillante auscultación acerca de las raíces psicológicas del pueblo dominicano.
Y refiere: "hay un rasgo psicológico común a casi en todos los dominicanos: La susceptibilidad. La mayoría de los dominicanos, no importa de qué grupo social proceden, es susceptible en grado enfermizo. Su susceptibilidad resulta estimulada por el incidente más nimio, y casi siempre provoca en quien la sufre acceso de agresividad que destruye en un momento nexos familiares, amistades estrechas, sentimientos de gratitud, y que suelen ir desde el ataque a machete en el campesino ignorante, hasta la propagación de las calumnias más venenosas en el graduado universitario. En muchos casos, la inclinación a la susceptibilidad está suplantada por un sentimiento parecido, e igualmente disociador: la envidia".
La susceptibilidad y la envidia, dos condiciones analizadas por Bosch en el libro de "Historia Dominicana", psicología de los dominicanos", se explican en la percepción que tuvo Hostos acerca del campesino dominicano, que no solo fue tomado de carne de cañón por los caudillitos, en años posteriores a la independencia para utilizarlos en las guerras civiles, sino que después que estos personajes asumían el poder postraban a esos hombres y mujeres en la más inimaginable miseria.
"Eso explica -dice Bosch- que jamás haya habido el menor asomo de guerra social en la República Dominicana, a pesar de las numerosas guerras civiles que se libraron, y a pesar de la voluntad de mejoramiento económico individual de muchos de los que participaron en ellas". Para él, en ello radica el hecho de que "haya en Santo Domingo 'gente de primera', 'gente de segunda' y 'masa no tomada en cuenta', a pesar de que esa división insensata jamás ha sido observada por sociólogos ni políticos.
Esas incongruencias propias del origen del pueblo dominicano, según Bosch, son habituales en las sociedades que están en el tránsito de un tipo de economía a otro más avanzado, como estuvo la dominicana, mientras las deformaciones las ubica, además, en el hecho de que nadie se preocupó jamás por la gran masa del pueblo dominicano, pues los primeros caudillos la llevaron a morir y a esclavizarla.
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